viernes, 10 de agosto de 2007

Rimmel


Dos años sin vernos, dos años de saber la una de la otra estrictamente lo que nos contabamos en escuetos correos electrònicos: que si tu nuevo apartamento, que si mi gata estuvo extraviada en los ductos de mi edificio, que todo va bien, que la vida es bella y que en unos dias te ibas de viaje; dos años y de pronto tu llamada en medio de la noche, tu voz entrecortada al otro lado de la bocina, tu hablar vertiginoso, "vamos a tomarnos un cafè, yo te invito, tengo que hablarte".

Cosa rara llegue antes que tù,(tu obsesion por la puntualidad siempre me parecio màs un rasgo de neurosis que una cortesia para los otros), pedi un cafe negro y no pude evitar que mi mente se fuera a pasear por el camino de los dìas pasados, revise cada recuerdo que tenia de ti, siempre tranquila y sonriente, siempre tan pulcra, tan perfecta, cada cabello en su lugar, el atuendo perfectamente elegido y el maquillaje impecable, siempre tan en control de todas tus emociones , (me daba la impresion de que tenias algun interruptor secreto con el que apagabas tu corazon y tu mente a placer).

Te vi cruzar la puerta del cafè y fue como si de pronto una descarga electrica hubiese enrarecido el aire del lugar, caminaste hacia mi rapidamente, ni alzaste la vista cuando el mesero te hablo, ibas como siempre con las facciones relajadas, las pestañas voluminosas y el cutis de porcelana.

No habian pasado ni dos minutos, apenas si pude decirte hola, basto un instante para derrumbar el mito, con la voz quebrada me dijiste que estabas harta, que tu mundo se desmoronaba y ya no podias màs con el numerito de la mujer maravilla, que llevabas años poniendo cara de todo esta bien y que habias llegado al limite, lloraste, histerica y desconsolada, nisiquiera te importaron los murmullos de las mesas vecinas, me contaste todas tus tragedias y los muros que habias tenido que construir para ocultarlas al mundo.

La presa se habia roto, alguien se habia encargado de romper de nuevo el candado a la caja de Pandora y los demonios se escaparon a vagar por el mundo. Me dijiste que sentias que hasta tu manera de respirar respondia a lo que los otros esperaban de ti, que por mucho tiempo sentiste que debias ser la encarnaciòn de la felicidad porque se lo debias al mundo. Al carajo!!! que se derrumben las murallas, que venga la tormenta a llevarselo todo.

Poco a poco te fuiste desinflando y el llanto rabioso, el respirar turbulento y el torrente de confesiones fueron cediendo, hasta que solo quedo un nudo de servilletas de papel sobre la mesa, dos tazas de cafe a medias, y unas oscuras manchas de rimmel en tus mejillas. Bienvenida seas amiga al club del desencanto.