lunes, 31 de marzo de 2008

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Se necesitan dos para bailar un tango, y ellos lo sabían, del mismo modo en que instantáneamente habían reconocido todas las señales: el viejo cosquilleo en la planta de los pies, el latido que se acelera, el calor en las mejillas, era todo como el vértigo al filo del precipicio, y el inexplicable deseo de saltar al vacio.

Lo sabían, lo habían olfateado en su piel, en sus manos.


Se reconocieron con una simple mirada, algo al fondo de sus púpilas, en la cadencia de su charla, algo que no sabían como describir les había intoxicado. Y ahora el dulce tormento, la expectativa, esos días de flirteo velado y de querer morder la manzana.

domingo, 16 de marzo de 2008

Un segundo


Para distraerme del dolor, de los demonios que muerden por dentro, para compartir con viejos compañeros de camino, para sonreir, para olvidarme de mi.