sábado, 13 de marzo de 2010

Carta # 1


Despertó esa madrugada con la certeza absoluta de poder tocarle solamente con extender la mano, -no fue así-, y sin embargo había algo en el aire de la habitación que la hacía sentir segura de que él había estado allí; respiró profundo y todos sus sentidos estaban ahora seguros, de alguna manera habían compartido aquel espacio.
Aún a obscuras se sentó en la orilla de la cama, y palpó lentamente las sábanas, allí estaba la forma de su cuerpo ,-el de él-, todavía
podía definirse hundido en el colchón, y lo entendió, él era ya una presencia constante en su vida, (en la onírica y en la de la vigilia), un puente se había tendido entre ambos. Sin pretenderlo, sin buscarlo.


"Hay cientos de corazones que se rompen a diario, niños con las rodillas raspadas y miles de historias trágicas hilándose por segundo; en algunas montañas hay siempre mucha bruma y por todo el mundo hay montones de cosas tristes pero aún y en el medio de toda esa desesperanza yo quisiera regalarte con una mañana de sol y viento, con un centenar de manzanas frescas, y con millones de luciérnagas para que te guien de vuelta a casa en las noches en que la luna no salga. Quisiera guardarte del frío excesivo y hacer que te sientas seguro, regalarte una sonrisa y esos días en los que siento que todo lo puedo, para poderlo contigo, para vivirlo contigo"


Volvió a dormir, arrullada por los látidos de aquel corazón nuevo.