Llegar a casa y reconocerme en cada uno de los rincones, en los libros apilados, en el vaivén de las cortinas, y en el polvo que se acumula lentamente sobre los marcos de las fotografías, y pensar en aquello que me hace falta, en esa pequeña pieza del rompecabezas que desde siempre ha estado extravíada.
Pensar también en las calles vacías, en las vidas que he dejado atrás, en los escombros, en la melancolía, en lo que ya no es, en las paredes que han colapsado y en todos esos mundos de los que ya no quiero ser parte.
Pensar en las posibilidades y en el mañana que ya no me aterra.
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