Ahora que estamos aquí

Tus besos me saben a tábaco, a hamburguesa con queso engullida en la madrugada, a prisa, a urgencia, a whisky.

Tus manos son distintas, por momentos seguras, por instantes titubeantes, las siento rasposas al contacto con mi piel recién perfumada con crema de durazno; por un momento me permito no pensar, dejar la mente en blanco; tú sabes bien lo que eso me cuesta, que siempre le ando buscando tres pies al gato, a ver si descubró por fin esa verdad que creo va a resolverme la existencia.

Tu abrazo es como arma de doble filo, mitad ternura, mitad lujuria, tu piel me huele a carne cruda, a batallas pérdidas, a sudor, a tí, a lo que eres, a lo que fuiste, descubró notas leves de otras pieles, de otras manos que te han tocado.

Tu espalda es ancha como las posibilidades que nisiquiera imaginas que encierras, tus piernas son fuertes, pero no sé si este sea el camino que debas tomar ahora; lo ves, estoy pensando otra vez, analizando todo, poniéndolo bajo la lupa.

Tus labios, tus dedos en mi cabello, tu aliento en mi cuello, la textura de tu barba en mi clavicula, tu voz profunda, segura; y el conflicto en el vientre, el querer/no querer, la eterna lucha entre el deseo y la razón.