viernes, 12 de octubre de 2007

10-10-07

Hoy no tengo ganas de salir al mundo, apenas si reuní las fuerzas necesarias para abandonar la cama, prepararme un tazón de café, encender la computadora y sentarme a escribir, apenas hace 20 minutos que abrí los ojos y ya me siento extenuada. Apenas si quiero hacer nada, respiro por inercia y me da exactamente lo mismo los golpes en mi puerta, seguramente es un vendedor, el despachador del agua potable, o los testigos de Jehová que traen su Atalaya y todas las respuestas para salvar mi alma atormentada. No es que esté triste, -al menos hoy no-, talvez sea que me harté de -aparentar que puedo- funcionar normalmente y he querido invitar a la abulia a instalarse en cada célula. No es que me importe mucho –al menos hoy no-, descubrir el porqué de esta indolencia. Es posible que a pesar del desgano y la indiferencia, logre ordenarle a este cuerpo que se dé un buen baño, y haga todas las cosas que normalmente hace, que pronuncie las palabras que los otros cuerpos necesitan escuchar, que juegue a ser algo más que una vasija de barro. Total, estoy segura de que hay unos cuantos millares de cuerpos que llevan años pudriéndose a la vista de todos, fingiendo que son algo más que viejos cascarones abandonados de toda chispa vital, movidos por la pura costumbre de levantarse por las mañanas, orinar, darse un baño, comer algo, prepararse tazones de café, buscar algo de ropa, escribir, respirar…salir al mundo.

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